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Crónica de la Peregrinación a Ars

Santo Cura de Ars     Del 3 al 9 de agosto un grupo de unas cuarenta personas participamos en la Peregrinación que organizaba el Secretariado Diocesano a París, Lyon y Ars; de entre ellos, siete sacerdotes diocesanos.
     Desde el primer momento, la ciudad de la luz nos cautivó con su singular encanto. Sus calles y plazas mantienen un aspecto antiguo y clásico, impregnadas de modernidad, que se complementan con la belleza de sus parques y jardines. Nos empapamos de su historia al visitar el Hospital de los Inválidos, la Conserjería o la plaza de la Bastilla. Pudimos disfrutar al visitar la catedral de Notre Dame, la Santa Capilla, el Sagrado Corazón, el museo del Louvre, los inmensos campos elíseos, el Arco del Triunfo o el magnífico Teatro de la Ópera. Inolvidables son también la subida la torre Eiffel, la travesía por el Sena y los paseos por barrios como el moderno de la Defensa o el bohemio de los pintores en Montmatre.

     Fueron cuatro intensos días, tras los cuales nos trasladamos a Lyon. Visitamos la ciudad que fue sede de San Ireneo. Desde allí pudimos acercarnos a lugares como Paray-le-Monial, en la región de la Borgoña, conocido por las apariciones a Santa Margarita María Alacoque que dieron origen a la popular devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero, sobre todo, desde Lyon nos acercamos a Ars. Era el centro de nuestra peregrinación. Habiéndose clausurado hacía apenas un par de meses el Año Sacerdotal convocado por su Santidad Benedicto XVI, pudimos comprobar cómo vivió el santo patrón de todos los sacerdotes del mundo, en la más absoluta austeridad, entregado a la oración, a la celebración de la Eucaristía y a la atención pastoral, especialmente mediante la confesión. Rezamos ante el cuerpo incorrupto de San Juan María Vianney y en la capilla de la Providencia celebramos la Eucaristía que ofrecimos por la fidelidad y santidad de los sacerdotes del mundo y de nuestra diócesis y porque surjan nuevas vocaciones.
     Fue, sin duda alguna, esta conjunción de cultura y fe la que hizo singular nuestro viaje y lo convirtió en una auténtica peregrinación. Pudimos visitar, rezar y celebrar la Eucaristía en otros muchos lugares importantes para nuestra fe: en París, en la capilla de las Apariciones de la Medalla Milagrosa, en la Basílica de Nuestra Señora de las Victorias y en la del Sagrado Corazón; en Lyon, en el Santuario de Fourvière. El último día pudimos también visitar brevemente
la ciudad de Ginebra en Suiza y su catedral protestante de San Pedro.
     Un viaje magnífico en el que no podemos olvidar el ambiente del grupo y la convivencia. Nos sentimos una auténtica familia –la de los cristianos– que tuvo la suerte de comprobar una vez más la riqueza de la Iglesia, extendida por todo el mundo.

Raúl Contreras Moreno, Párroco de Cazalilla y Espeluy